Fuimos a Puebla a reportar sobre un congreso académico sobre un concepto de algo que puede cambiar el mundo.

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Luna Yedra y yo nos propusimos una COSA en concreto, cuando supimos que iríamos al 1er Congreso Internacional de Comunalidad que se armó en Puebla la semana pasada. Y esa COSA era lograr que académicos, profesores e investigadores comunitarios compartieran sus experiencias de manera coloquial para el público no académico, (osea la enorme mayoría) y sobre todo, que obtuviéramos algunas ideas para llevar a cabo en las ciudades, que es donde vivimos. Y esto porque al final en la izquierda tenemos un montón de críticas y posturas bien argumentadas pero no siempre bajan a la realidad. Nos falta concreción, vías de trabajo, porque en la calle, a la hora de tener que accionar ante el desastre social siempre hay una pregunta: Y ¿qué hacemos? Osea ¡al grano, al grano!

Políticas de lo común. Ponencias diversas en una dinámica distinta a la del resto.
Políticas de lo común. Ponencias diversas en una dinámica distinta a la del resto.

El nombre del congreso: Luchas y estrategias comunitarias, horizontes más allá del capital, dice mucho y poco a la vez. Dice mucho para quienes han leído, trabajado, reflexionado sobre la idea de que el modelo capitalista neoliberal no funciona si la postura que se tiene ante la vida es de respeto y esperanza, de igualdad, de justicia. El trasfondo de esas palabras, “capital” y “comunitario”, no es común a todos. Dependiendo del momento y el lugar en el que se encuentra alguien en una ciudad, ambas toman pesos e implicaciones distintas. Al parecer hay un consenso entre un sector específico, amplio, sobre el efecto nocivo del capitalismo, de que la vida gire en torno al dinero y al ritmo de la bolsa y el mercado, de los intereses de unos cuantos. Pero si salimos un poco del círculo universitario, de izquierda, veremos que no todos entienden de la misma forma estos conceptos. Y he ahí el problema si de cambio social hablamos, porque entonces aunque critiquemos a una «burguesía» y a una «élite» que controla el flujo de bienes y los acumula y explota a otros, nos volvemos otra si no salimos de los círculos de izquierda ilustrados que sólo saben comunicarse con sus iguales intelectuales, y entonces estamos en graves problemas. Sí señores, el mundo real no funciona con los mismos axiomas ni se organiza en capítulos y argumentos. Afuera hay hambre, cuerpos, sensibilidades, ritmos, en donde anidan los problemas de maneras que no conocemos a fondo, -porque no conocemos sólo a través de la cabeza. En los cuerpos anidan los conflictos, y también pueden anidar las soluciones.

DSC08083Así que para ser honesta, fui con mis reservas, lista a escuchar muchas palabrejas eruditas, a sabiendas de que en esas cosas están siempre las mismas personas y grupos y parece que hay consensos, que compartimos terminologías, posturas y hasta peinados y formas de vestir. Y eso me causa algo de escozor. ¿Por qué tanto regodeo? ¿Será que nos acostumbramos a la comodidad de movernos en aguas que ya conocemos y que no representan grandes retos?

chan chaaaaaaaaan

Pues no sé. Pero la presencia de Luna, (que es fotógrafa, escritora, bailarina y gestora cultural y muchas cosas más) cambió toda la percepción que pude haber tenido del congreso y de las ponencias a las que asistimos. La tarea era generar algo que pudiera ser accesible a públicos no necesariamente familiarizados con el término de Comunalidad, (que estoy segura de que no es tan común, jejeje) y reflexionando sobre cómo traducir tantas teorías, llegamos a la conclusión, mientras íbamos en el autobús, de que las claves para aterrizar tantos conceptos tan ricos están en gran medida en el cuerpo. En cómo vivimos y experimentamos el mundo a través de los sentidos y los afectos. Y sí, varias personas dijeron lo mismo en las ponencias. Lo que nos moviliza está no sólo en la convicción que se construye en la cabeza. Mucho de lo que nos lleva a formar parte de un grupo, partido, colectivo, frente etc… tiene que ver con cosas que están tejidas entre nuestra biografía y nuestros deseos, o las cosas ante las cuales nos posicionamos como oposiciones. Eso está lleno de pasiones, de emociones que se sienten en la piel cuando se pone chinita, o en el pecho cuando algo nos conmueve.

Y eso, la comunalidad, como encontramos en las voces de muchos, es una respuesta al modelo actual que (ojo, que lo que digo acá no es generalizar, estoy hablando de las cosas que hay que resolver, no digo que no haya focos de conexión y esperanza ya andando o que sobreviven) … el modelo actual que nos roba aquello que llamamos humanidad. No podemos cambiar nada solos. Porque no somos solos. Somos siempre gracias a lo que son muchos.

DSC08263Algunos de los que me leen, mis compañeros de morena, mis compañeros de causas comunitarias, de proyectos de arte y quienes queremos OTRO mundo, nos preguntamos cómo hacer. Cómo hacer otra vida, con otros caminos, cómo sembrar otra cosa. Porque divorciándonos de la realidad que no nos gusta no siempre conseguimos contagiar alternativas posibles. Así que lo que podría contarles sobre lo que vi y oí en este congreso es que podemos seguir HACIENDO en conjunto. Tejiendo redes de solidaridad, ayuda, de intercambio de ideas y conocimientos, trabajo comunitario. Y lo único nuevo, al menos nuevo para mi, que encuentro increíblemente valioso es que necesitamos reforzar lo que hacemos con una cosa muy sencilla, y a la vez difícil de volver a mirar y sentir de cerca.

Esa cosa es compartir la vida, en serio, con compasión y alegría. Las causas sociales a veces nos vuelven máquinas que absorbemos mucha información sobre lo que no funciona. Nos enojamos, cuesta sonreír, o festejar. Hay que buscar nuevos espacios para compartir la vida. Nuevas formas de colaborar, más abiertas, de abrazo. Por ejemplo, construir vías alternas de convivencia. Fiestas distintas, fuera del imaginario conocido, celebraciones a la vida y la compartencia. Quizá enriquecer los trabajos colectivos con charlas más profundas o subjetivas. La forma de co existir, sin mirar al cuerpo, a lo que sentimos, es parte del mundo que ya no queremos. Y viejas formas no nos abrirán nuevas puertas. Debemos re escribir la historia. Con todo lo que somos.

Preguntarnos cómo estamos. De dónde venimos. Qué sentimos. Porque en lo que sentimos está la nueva historia movilizada, organizada. Que partirá de la nueva narrativa de lo que somos y de cómo comprendemos el mundo. En esto estamos juntos a pesar de las diferencias. En la fragilidad. En eso para lo que a veces las palabras ya no nos son suficiente.

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